No estoy bien.

                                                                                                  Cuando Decir «Estoy Bien», no es suficiente.

«Estoy bien», cuatro palabras que lo pronunciamos sin pensar, ¿te suena? Estoy segura de que sí.

Pero, ¿qué hay detrás de esa frase, aparentemente «simple»?

Puede ser una respuesta fácil para evitar profundizar en lo que sentimos, en lo que pensamos, una tendencia a reprimir, a ocultar. Es decir, debajo de esa aparente normalidad, se esconde un mar de emociones no expresadas.

La mente humana es compleja y a menudo se resiste a revelar sus verdaderos secretos. Decir “estoy bien” puede ser una forma de protegernos, de evitar que los demás sepan acerca de nuestro dolor y ésto, nos hace vulnerables. Pero, ¿a qué precio?

¿Qué sucede cuando no estamos «bien»?

Tenemos una percepción alterada. A veces, nuestra mente distorsiona la realidad. Percibimos el mundo de manera diferente, como si estuviéramos viendo a través de un cristal empañado. Las alucinaciones no son la única forma de percepción alterada; incluso pequeños cambios pueden indicar que necesitamos ayuda.

Hay un caos del pensamiento. Todos tenemos momentos de dispersión, pero cuando la incoherencia se convierte en una constante, podría ser un signo de dificultades mentales. Mantener el hilo de un pensamiento o una conversación se vuelve un desafío.

El grito silencioso“Estoy bien.” Pero, ¿realmente lo estamos? A veces, estas palabras encierran la sombra de la depresión o la ansiedad. Nos atrapamos en una caja de resonancia de malestar emocional, ocultando nuestra verdadero malestar.


Decir “no estoy bien” es el primer paso para encontrar un camino hacia el bienestar. Reconocer nuestras emociones y buscar apoyo, es necesario. 

Soy Dominika, Psicóloga. Y voy a ayudarte en tu camino.

Utilizaré el arte del Kintsugi, como metáfora para explicarte qué queremos conseguir de la terapia. Y no, no voy a enseñarte japonés. Te cuento.

¿Qué es el Kintsugi?

Es el arte de amar tus cicatrices. 

En la vida, todos vamos acumulando cicatrices. Algunas son visibles, las físicas, otras están ocultas en lo más profundo de nuestro ser. Estas cicatrices cuentan historias de nuestras caídas, nuestras victorias, pero también de nuestras pérdidas. 

Cada cicatriz es un testimonio de nuestra capacidad de sanar y de nuestra resiliencia. En lugar de verlas como imperfecciones, podemos aprender a verlas como símbolos de fortaleza y crecimiento. Al igual que el arte japonés del Kintsugi, que repara las cerámicas rotas con oro, nuestras cicatrices pueden ser vistas como una parte valiosa de nuestra historia.

Aceptación. El primer paso para amar nuestras cicatrices es la aceptación. Reconocer que nuestras experiencias, por dolorosas que hayan sido, nos han moldeado y nos han hecho quienes somos hoy. Este acto de aceptación, nos permite abrazar nuestra vulnerabilidad y vernos con compasión.

Transformar el Dolor en Sabiduría. Nuestras cicatrices también pueden ser fuentes de sabiduría. Cada experiencia difícil nos enseña lecciones valiosas sobre la vida, sobre nosotros mismos y sobre los demás. Al reflexionar sobre estas lecciones, podemos encontrar un sentido más profundo y un propósito en nuestras experiencias.

Compartir tu Historia. Compartir nuestras historias y nuestras cicatrices con otros puede ser un acto poderoso de conexión y sanación. Al hacerlo, no solo nos liberamos del peso de nuestras experiencias, sino que también podemos inspirar y apoyar a otros que están pasando por situaciones similares.

Así que, te invitaré a que reflexiones, dentro de un espacio seguro.

Donde podrás liberarte de la carga emocional que supone el síntoma.

Sí, el síntoma. Lo que podemos identificar como nuestro malestar.

¿Y qué es el síntoma?

Desde la ansiedad (preocupaciones constantes.. ), fobias (miedo a..) o depresión (anhedonia, tristeza constante..). O en los problemas de pareja (dependencia emocional..)

Abordaremos y profundizaremos en tu problemática para determinar qué causa tu malestar. Cuál es el origen de los síntomas.

Cada problemática es diferente, por eso, cada terapia es individualizada.

Te propongo acompañarte en la resolución de conflictos dejando atrás la repetición de respuestas que no tenían éxito, creando así una nueva forma de entender tu vida.

Aprender a amar nuestras cicatrices puede transformar la relación que tenemos con nosotros mismos y con el mundo que nos rodea.